Miguel Ángel tomó el bus para su casa, una vez más
malhumorado e indeciso. Llevaba unos dos años esperando a que Camila regresara
con él. Miró por la ventana buscando dejarle sus problemas al cúmulo de edificios
que iluminaban la ciudad, mientras el ruido de las puertas automáticas se abría
en una parada sin importancia; un muchacho de buzo rojo y con la capucha puesta
se sentó a su lado.
Un par de paradas
después, el muchacho del buzo rojo puso su mano en el hombro de Miguel Ángel y le dijo <<Ya es hora de dejarla
ir>>, luego salió del bus y se
perdió entre la gente. Miguel Ángel llegó a su casa y, guiándose por el
impulso místico de aquella señal del destino llevada a él por un desconocido, decidió
escribirle a Camila un mensaje definitivo de despedida y la bloqueó de todas
sus redes sociales.
Al día siguiente el
muchacho del buzo rojo abordó el bus en una estación cercana al centro y se
acomodó en un puesto al lado de un viejo: <<Ya es hora de dejarla
ir>>, le dijo y descendió en la siguiente parada.