Un negativo
La sed del ojo
muestra una Francia decimonónica, donde el falso liberalismo y las calles
saturadas por el comercio sexual son la escenografía cotidiana de la vida
Parisina. En las páginas de la novela se echan a andar personajes decadentes se
venden por algunos francos y una pizca de placer, en contraste los
protagonistas de la historia persiguen el carácter sublime de la desnudez.
El álbum entero
De
antemano un dato que a mi parecer es primordial: la novela está narrada por
tres voces; cada una dibuja, en su perspectiva, la obsesión por la desnudez. Estas
voces corresponden a Madeleine, un policía de París que investiga un caso sobre
la difusión de fotos pornográficas, lo que no solamente persigue por ser un
delito, ya que se siente obsesionado íntimamente por las fotografías; Belloc,
el fotógrafo que hace las capturas de los desnudos, quien trabaja con la
técnica del daguerrotipo y la estereoscópica; Chaussende, un médico, amigo de
Madeleine, coleccionista de arte que comparte amenas conversaciones sobre
pintura con el policía.
La
época donde se construyen los hechos es el siglo XIX, entre 1850 y 1860, lo que
solamente es claro por indicios: frases como “en estos tiempos Napoleónicos”,
la referencia a artistas como Hector Berlioz, y otras pequeñas menciones
históricas.
La
voz que comienza es la de Pierre Madeleine, lleva siguiendo la pista de un
fotógrafo que elabora y distribuye fotografías no solo de desnudos, también de
imágenes de la cópula; en este momento ya tiene la orden de captura contra
Auguste Belloc, un hombre que aborrece y admira a la vez. Madeleine explica que
no odia la fotografía, de hecho también tiene predilección por las imágenes de
desnudos, sin embargo lo que le molesta es la distribución, puesto que se
prolifera la mirada vulgar sobre la desnudez, aquella que reduce al cuerpo a lo
físico y resta el carácter artístico; el problema no está en la imagen, si no
en la mirada lasciva y repugnante que le lanza el ojo común. En los siguientes
párrafos el investigador, presenta a Chaussende, un médico que colecciona y
analiza arte por afición, busca en cada pintura un atractivo que le sugiera la epifanía;
al entrar este personaje en escena casi siempre entra a colación alguna
pintura, la primera que se menciona es La
bañista de Valpinçon de Dominique Ingres (1808), y los dos personajes van
dibujando el lienzo y examinándolo, para encontrar entonces el deseado puctum.
La
voz que continúa es la de Auguste Belloc, quien comienza explicando cómo
comenzó a fotografiar desnudos; las palabras de Belloc hacen referencia más que
nada a lo técnico, a lo profundo del manejo de la fotografía y del proceso de
las imágenes. En la búsqueda de pistas Madeleine va conociendo personajes
indispensables: en primer lugar a Juliette Pirraux, una prostituta con una
belleza andrógina que guarda información sobre Belloc y sus fotos, además
provoca en Madeleine un deseo férreo de observador. Los encuentros frecuentes
con la señorita Pirraux son furtivos, y el policía los narra con lentitud.
Dentro del olfateo de rastros, se encuentra en un bar de los suburbios de París
con un soldado llamado Lefebvre. Madeleine intenta sacarle información, pero el
soldado se rehúsa, sin embargo después de unos tragos el mismo militar da a
conocer al investigador varios paquetes de daguerrotipos sobre todo mostrando
actos sexuales, en las cuales el mismo soldado es el actor.
Chaussende
es médico en un hospital parisino, y atiende a las mujeres víctimas de
enfermedades venéreas, es por eso que necesita el arte: para olvidar el herpes,
las gonorreas y todas las heridas repugnantes que su trabajo demanda, en él
siempre vive el contraste de la decadencia y la suciedad con la belleza y lo
sublime. Belloc habla sobre el delito del que se acusa, sin embargo no se
siente acorralado, eso es lo que da a entender a lo largo de la novela.
Se
presenta en parís la orquesta sinfónica de Hector Berlioz, en esta reunión
convergen importantes figuras de la élite francesa, y para la sorpresa de
Madeleine, dichos burgueses son los compradores principales de los
daguerrotipos pornográficos, pero en su mayoría tienen la cara cubierta por
máscaras y antifaces. Entre la multitud Madeleine ve al Doctor Chaussende, pero
no lo saluda, simplemente observa los daguerrotipos que ofrecen para la algunos disfrazados del lugar.
Chaussende
gusta de la música de Berlioz e ilustra cada fraseo instrumental, siente que la
melodía evoca la persecución de Io, como si en cada conversación entre
instrumentos estuviese Zeus persiguiendo a la joven. El médico sentía ver con
cada cadencia, la silueta de una mujer difuminándose, como si quien escucha
persiguiera a esa muchacha que huye velozmente en cada compás.
Husmeando
en los archivos fotográficos confiscados por la prefectura de París, Madeleine
encuentra un fotógrafo que parece ser el precursor de los desnudos, su nombre
es Jacques-Antoine Moulin. El investigador busca la nueva dirección de Moulin,
quien ahora se dedica a los retratos familiares para recuperar algo de
prestigio. Madeleine se hace retratar por ganar tiempo, y calculando sus
palabras logra entablar una conversación con Moulin, hasta llegar a preguntarle
por sus fotografías de adolescentes desnudas; Mouline le comenta que ya no le
queda de dichas imágenes, pero que podría conseguir algo distinguido en un
taller de la calle Lancry si preguntaba por Auguste Belloc.
Mientras
Madeleine se prepara para su visita el taller de Belloc, Chaussende se
encuentra en el aposento de Carmen, una prostituta española que le recuerda a La maja desnuda, de Goya, hace que la
mujer se ponga en la misma posición de la modelo del cuadro, para que seguido
de esto le practique una felación.
En
el camino al taller de Belloc, Madeleine rememora que las mujeres de las fotos,
aunque parezcan diosas o logren mostrar una lujuria celestial en las capturas,
siguen siendo rameras o mujeres que necesitan dinero. Al llegar se encuentra
con la señora Ducellier, una empleada de Belloc que tiene el oficio de
“colorear”, o encargarse del secado y proteger los pigmentos a la hora de la
impresión de la fotografía. Madeleine termina por inspirarle confianza a
Ducellier, y la mujer le muestra la fotografía de una vulva, lo que le da al
policía todas las pruebas para detener a Belloc.
La
siguiente voz es la de Belloc ya en su celda, en ese instante se presenta
Madeleine, quien le revela que es él quien tiene la mayor parte en su proceso
judicial. Por pequeñas frases Madeleine le da a entender su admiración a
Belloc, y este le suplica que guarde 24 fotografías. Finalmente Madeleine las
esconde dentro de un herbario, lo que se sabe cuándo se las muestra al Doctor
Chaussende. En el último capítulo Madeleine cuenta con amargura que Juliette
Pirraux está enferma, y la afección es mortal por la carcome desde el útero,
piensa en visitarla, pero al llegar al apartamento de la joven la ve salir, y
se queda escondido detrás de una fachada observándola.
Lo que se escapa entre tomas
Varios
de los sucesos se narran en la novela son reales, Montoya los conoció en sus
años investigando la historia de París y quiso recrear los hechos con su estilo
escritural. Auguste Belloc en realidad existió y los 24 daguerrotipos salvados reposan
en la Biblioteca Nacional de Francia. La orquesta de Hector Berlioz (1803)
también existió y el tema de la escena de persecución se llama Symphonie Fantastique. El único ápice de
anacronía que se le escapa a Montoya es la citación de un fragmento del
capítulo 7 de Rayuela, lo que
disfraza sugiriendo un recuerdo borroso de Madeleine sobre un poeta belga. Las
obras de arte que se mencionan son: La
bañista de Valpinçon de Dominique Ingres; Eva de Durero, Florencia
de Tiziano, La Maja desnuda de Goya, La odalisca rubia de François Boucher y Ariadna de Vanderlyn. El daguerrotipo es
un procedimiento fotográfico que data de 1839, la imagen se forma sobre una
superficie de plata pulida, las placas eran de cobre plateado; la imagen
revelada está formada por partículas de aleación de mercurio y plata. La
estereoscópica es una imagen que devela una profundidad que da una percepción
realista o si se quiere tridimensional.